Paseando tranquilamente por el parque divisamos a lo lejos un par de bultos sospechosos. Aún sabiendo que la curiosidad mató al gato, nos acercamos para averiguarlo. Al llegar, descubrimos que son los enormes melones de Marta La Croft. Los únicos monumentos humanos visibles desde la estación espacial internacional. Marta, como siempre, tiene ganas de marcha. No han pasado ni doce horas desde su último polvo, y ya siente la necesidad de dar de comer a su conejo. Pero antes tiene el antojo de zamparse un salchichón, y lo quiere ahora, en este preciso momento y en medio del parque, a plena luz del día. Nosotros encantados de la vida, pero seguro que viene alguien a cortarnos el rollo.
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